¿POR QUE PELEAMOS?

¿Por qué escribió Pablo a los cristianos romanos: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18)? Porque sabía que tenían conflictos interpersonales. 

POR QUE PELEAMOS.jpg

En la misma carta hace referencia a lo mismo: “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:19). “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones” (Romanos. 14:1). Pablo estaba diciendo, “Hermanos, yo sé que ustedes tienen conflictos y diferencias de opiniones pero no dejen que sus diferencias abran una brecha entre ustedes.”

Este tema es enseñado también por Pablo en la primera carta a los corintios. El primer asunto que aborda Pablo es el problema de los conflictos y divisiones: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10). Vemos la razón para esta petición en el siguiente versículo: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas” (1 Corintios 1:11). Las relaciones entre los miembros de la iglesia habían llegado a ser demasiado tirantes. Estaban echando a perder su testimonio frente a todo mundo. Estas personas necesitaban, con desesperación, ayuda para aprender a resolver sus conflictos.

Otras cartas del Nuevo Testamento contienen consejos similares e indican que el tema “solución de conflictos” es de inmensa relevancia. Pablo escribe a los gálatas: “Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:15). 

Santiago declara a los creyentes: “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 3:18; 4:2).

Desafortunadamente la situación es casi igual hoy en día; todavía vemos a cristianos morderse y consumirse unos a otros en el hogar y en la iglesia luchando y riñendo continuamente. En muchas familias, aun las cristianas, la discordia es algo normal.

¿Qué de ti y tu familia? ¿Batallas algunas veces con otros miembros de tu familia? ¿Has contendido con tu jefe, tus compañeros de trabajo, tus vecinos, tus hermanos en la iglesia? Estoy seguro de que no hay nadie que esté leyendo este artículo que nunca haya tenido un conflicto con alguien, especialmente en la familia.

¿Qué nos enseñan estos pasajes de las Escrituras?
Que los conflictos están desde siempre, aún en las personas de los tiempos bíblicos, y en los verdaderos creyentes.
Que los conflictos son generados en un corazón egoísta e inmaduro.
Que los conflictos son inevitables, son parte de la vida misma.
Que la manera para solucionar los conflictos es, no permitiendo que estos  nos separen. 
Que los conflictos pueden tocar nuestros sentimientos y emociones pero no permitirle que toquen nuestras decisiones.